Todo lo que no ardió sigue aquí.
El pasado se arrastra tras nosotros como una niebla persistente, aunque nadie pueda ya nombrarlo.
Los objetos abandonados conservan una dignidad secreta, aunque nadie pueda ya nombrarlo.
Recordar es construir ruinas con palabras.

El silencio era más elocuente que cualquier palabra, y aún así parecía familiar.

En los pasillos de la memoria se acumula el polvo del tiempo, como la última línea de un diario sin fecha.

Todo lo que vemos está teñido por lo que ya hemos perdido, más real que cualquier recuerdo.
El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez se fija una mirada inteligente sobre uno mismo.
